Por estos días algunos seres queridos, familiares cercanos de seres muy queridos por mí, murieron. Racionalmente sé que la muerte está dentro de la vida, pero emocionalmente todo esto me ha dejado vulnerable, un poco aturdida quizás. La enfermedad arrasó con sus cuerpos y algunos se fueron más repentinamente que otros, dejando mucha tristeza en sus cercanos que son mis cercanos.
Como un río que atraviesa distintos poblados estos hechos mojan mis cercanías y me entristecen. Triste por empatía, por traslación, por amor expandido.
Pero de todo lo que pasó, hubo algo que me empapó y eso es la muerte de una abuela. La abuela de mis sobrinas, la de ellas, no mi madre. Me tocó consolar a dos niñas...Sentí su enojo, rabia, su enorme tristeza, su llanto, sus recuerdos, sus preguntas, sus caras de desconcierto, porque fundamentalmente se sentían "raras" con todo lo que estaba pasando. Angustia de niños, tan desgarradora, tan real...
Estuve con ellas atravesando un día de dolor. Al final del día estaba agotada pero de alguna manera satisfecha porque estuve con ellas, acompañé su difícil momento.
Creo que es la primera vez que consuelo niños por una perdida tan grande, algo que creo debe ser delicado y todo un desafío como padre...
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Acompañar, contener, muchas veces te deja triste, cansado, pero también queda de fondo una satisfacción. Creo que cuando uno ayuda ó contiene al otro tb se ayuda y contiene a uno mismo, va y viene.
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